"Y hay grandes cosas dentro de mí. Obras que harían llorar al cielo y arrepentirse al infierno". Clive Barker
domingo, marzo 05, 2017
Relatos de perdición
Una mañana de octubre me rompí el brazo. Fue en el terreno de juego. Ese día yo ni siquiera debía estar ahí. Debí tomar el autobús más accesible para largarme a Toluca y ver como Marilyn Manson se iba de boca en el pasillo del Knotfest.
Pero en lugar de eso me puse los guantes, y me dispuse a sacar balas de cañón, mientras el titular llegaba a ocupar la portería.
Apenas tenía tres escuderos para cuidar la avalancha, después cuatro.
No hubo tiempo para que llegara alguien más a salvarme de la ofensiva.
El disparo vino por el centro. Mis puños se doblaron. Dicen que algo crujió. Después del rebote vino el gol que evité en un primer momento.
No hubo tiempo para reponerse. Tiré los guantes, y corrí a defender, con la mano colgante, mientras llegaba el resto del equipo.
Así de jodido me vieron, que el árbitro hizo mutis a un balón que pegó con lo que parecía más una pata de puerco que una mano.
El problema no se arregló con agua fría ni la pomada del maestro Escoto.
Una semana después supe que la inflamación se debía a que uno de los huesos se quebró por el impacto de la pelota.
- ¿Caída?. Fue la pregunta constante en cada estación del viacrucis de consultorios. Así de wey me vieron.
- No, fue en un despeje de puños en la portería, me pegó...
Bueno, así fue al principio. Con las semanas me ahorré los detalles, para simplificarlo en un 'por jugarle al Tiago Volpi'.
Me sobaron como a una bolsa de papas.
- ¿no te duele?. dijo el médico mientras me acomodaba el pulgar y la muñeca.
Antes de llegar, y antes de irse, ese yeso conoció el verdadero dolor. Una mujer de más de 70 años, con una sonda en el estómago. Un hombre con un corte que hacía ver su pulgar como una paleta chamoy.
Ese yeso se paseó por una lejana comunidad serrana, en la final de la Copa Mx, y en un concierto de Caifanes.
Durmió mas de una ocasión sobre mi cabeza, y en las costillas de algún camarógrafo hijo de puta.
Al final me convertí en un gato chino de la suerte, con un toque de puerta y un andar elegante a la C3PO.
Al final llegó la revancha en una semifinal. Cara a cara con el tipo que me desmadró el hueso. Goleamos, aunque nuestro portero salió fracturado.
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