El viejo Antonio hubiera dicho Hola.
Algunos dirían Adiós.
Unos ni siquiera eso.
Yo no digo nada.
Repito todo en uno, los vocablos que aprendí de los que caminan a mi lado.
Hola, adiós, gracias, hasta siempre, hasta nunca, te extraño, te extrañaré,
que bueno que siempre estás aquí.
Y no solo vocifero.
Lo pudieran decir ojos llorosos. Una boca dura. La nariz que hace muecas de
comezón. La mano que seduce al rostro a que duerman juntos en esa mesa que
esta a sus pies. La otra mano calcula el tiempo, y lo vigila con interés y
desinterés. El pie que señala para ningún punto fijo, y la otra que ya yace
ahí muerta sobre su compañera inquieta. O el estómago que a gritos pide paz.
El pelo que no tolera desde lo alto ser el protagonista menor y se levanta
en terrible despeinado, tal vez de flojera, de histeria o de energía.
También los pulmones y corazón que elevan su clamor al dormir o exasperar
con sus corridas y altibajos el cuerpo cautivo que los mantiene cautivos.
Y cada motor podría rolar independientemente el uno del otro, jugando a la
hipocresía, a ser el mejor actor, a ser el mejor engaño. Todo eso podría
ser.
Y aun todos podrían obrar en contra del mas sincero y boicotearlo, o atentar
contra el mejor enmascarado, ese impostor que parece autentico.
Podrían decirlo letras, pinturas, partituras, falacias y rimas.
Todo podría decirlo, aun sin consultarme.
Todo podría decir que se es, que se siente, que se aprende. Lo que se queda,
se va, y regresa.
Podría decirlo el oscuro pantalón de siempre, el negro de la sonrisa que se
sostiene en la negra camisa. O los zapatos polvorientos y cansados de
siempre.
O los ojos oscuros, o los amarillos, o los prestados.
O la silla en el pasillo.
Y todo lo dice en cuanto se hace, y se hace en cuanto es.
Las fantasías son hechas de fantasías.
Los sueños de irrealidades.
Las frustraciones de intentos.
La vida de hechos,
Y todo cuanto conocemos, de la mezcla y síntesis de todo lo anterior.
De errar, llorar y maldecir, de encontrar una esquina para el dolor y una
mesa para la reflexión. De tomar el cigarro en una mano y la pluma en la
otra. Del triunfo que se vuelve fracaso para llevarnos al cero, y buscar
otro todo que inmediatamente será nada.
El fin que no llega porque siempre hay camino por seguir.
No he dicho hola ni adiós, ni hasta nunca, ni hasta siempre, ni gracias, ni
mierda, ni callo.
Camino.
6 semanas de camino.
Día y noche se siguieron.
No digo hola, ni adiós, ni hasta nunca, ni hasta luego, ni hasta siempre. No
digo gracias, no maldigo ni callo.
Camino con, sin, a lo lejos y al lado.
Ya camine otra línea.
Y otra
Y otra
No diré hola, ni adiós, ni hasta nunca, o hasta siempre, o te extraño, te
extrañé, ni diré gracias, ni maldeciré, ni callaré.
Haré todo.
Caminaré
Y
Caminaré
Con quien conmigo camina hoy, y mañana y siempre
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