De la Conque, la exposición de cómics que atrajo casi a 50 mil personas, puedo decir muchas cosas. Me enamoré de su exposición de figuras de la Guerra de las Galaxias, especialmente del casco chamuscado de Darth Vader. Quedé encantado de la ponencia de Andrés Bustamante, el Güiri Güiri, quien aseguró que José Ramón Fernández no existía, y era un muñequito manejado con una mano.
Pero nada tan impactante como poder retratar al genio Stan Lee.
La primera oportunidad fue durante la tarde del sábado. La espera de poco más de una hora fue recompensada con minuto y medio frente al creador de parte del universo Marvel.
Al día siguiente, Stan platicó durante 20 minutos frente a un auditorio lleno, y salió de escena.
Todo pasa tan rápido que no lo puedes procesar. René Franco aparece en la explanada y pide calma a los presentes, que nadie se empuje, y que todos se comporten en orden, porque viene una sorpresa.
De repente alguien señala al balcón del Teatro Metropolitano, y comienzan los gritos. El creador de un universo alterno aparece por última vez en una gira por Latinoamérica. Entonces te das cuenta que te faltan brazos y aire. Quieres tomar video, pero también la foto. Stan agradece a su pueblo, y se retira, pero la aclamación crece en el corazón de la Conque. Stan regresa, y levanta el brazo una vez más.
La cámara registra el adiós. Pero ha sido una foto muy difícil de disparar. Porque en lugar de vivirlo, y de levantar el brazo para devolver el sentimiento, levantas tu cámara para retratarlo.
Eliges que tus ojos van a centrarse en una pequeña ventana, para que esa fotografía de ese último momento la heredes al mundo.
Decides sacrificar tu momento, para dejar algo a la posteridad.
Excélsior.
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