Mi primer recuerdo futbolístico fue cuando un balonazo me reventó la nariz en la primaria. El impacto fue tan traumatizante que me dediqué a perseguir el balón como todos los niños, pero a cubrirme cuando estaba en trayectoria de impacto, por lo que en la liga sabatina fui un fracaso, hasta que escuché por error que llegaba el último juego de la liga, en donde me volvieron a reventar la nariz, y además me dieron un rodillazo. Pero ese día no pasó nadie en mi pedacito de campo. Quizá ese día nació el defensa que aún llevo en el uniforme.
El segundo recuerdo, el primero televisado, fue la tanda de penales que le dio a Alemania el campeonato mundial del 90.
Mi relación con el fut siempre fue rara. El primer juego profesional al que asistí fue en 1998, a un Veracruz contra Gallos, en un estadio ajeno a mi tierra. Iba en muletas, lesionado por un juego de colegio en donde el defensa que tapó mi disparo quedó listo para fracturarses días después.
Mis primeros ídolos fueron los del periódico y de los resúmenes. Hristo Stoichkov, Romario, Jorge Campos, y Adolfo Ríos.
Hoy mi trabajo me regaló la oportunidad de estar en una entrevista con Campos, de ver a Hristo, de saludar a Christian Karembeu, y de volver a platicar con Adolfo.
Los sueños se ven tan diferentes cuando cruzas el telón de cristal que a muchos hacen emprender caminos. Las lesiones cada día me duelen más. Los talones, los tirones y los golpes de las ligas que persigo con mis compadres. Pero sigo en pie por los dioses que hoy vi en el estadio, y que se detuvieron un minuto, para aplaudir a una deidad de apellido Cruyff.
Faltaron Puyol y Deco en un campo que me durante años me ha permitido reír con Pepe Cardozo, festejar un gol de Ronaldinho, y ver a Emilio Butragueño mover las redes que en un mundial perforó en 5 ocasiones frente a Dinamarca.
Gracias al periodismo por inyectarme una sobredosis de vida.
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